Pasar el día con el novio en su hotel en mi sierra madrileña, cerca de casa, y compartir sus nervios, estaba como un flan, y sus ilusiones, fue especial. Tan especial como las bombillas de verbena que iluminaban las mesas de la cena, las sutiles flores silvestres en tarros de cristal, el embarcadero con sillas de madera de tijera y sombrillas blancas orientales donde se casaron, el lago, las palabras de la madrina, Laura Matamoros, que salían del corazón…