Esto es algo que solo ocurre dos o tres veces cada siglo, pero la última vez que pasó ni nos enteramos. El pasado diciembre, un asteroide se acercó peligrosamente a nuestra Tierra y estalló en mil pedazos con una potencia mayor que las bombas atómicas a una distancia de apenas 25 kilómetros de la superficie. Afortunadamente, ocurrió lo suficientemente lejos como para que no se registraran daños, y para que ni siquiera nos diéramos cuenta.